Piratas y príncipes andaban por todos lados luciendo sus trajes en esta fiesta de los cumpleañeros de marzo y abril. Los trajes aparacieron en unas cajas de una donación hecha a Casa Emanuel dos años atrás. En esta ocasión diecisiete niños y niñas fueron los festejados.
Los sinsabores de la incertidumbre que ha traído consigo la crisis político-militar desatada hace más de dos semanas en el país, fueron olvidados por los adultos, quienes se unieron a la alegría de los jóvenes y niños, procurando dejar un recuerdo imborrable con sus cámaras fotográficas.
Así y además de los llamativos atuendos, los queques también fueron el foco de la atención de todos: un delicioso barco de chocolate en cuyas velas ondeaban los nombres de los cumpleañeros, y muy cerquita de este, el infaltable tesoro buscado por todos: un queque baúl de chocolate repleto de deliciosos caramelos.
Aunque todos querían saborearlos, los queques quedaron de último. Pero eso no fue problema, mientras tanto los chiquitines y también los más grandes se divertieron jugando, bailando, corriendo de aquí para allá, bebiendo jugo, comiendo palomitas de maíz, sandwichs de atún y repitiendo cada vez que podían. El tiempo se fue rápido, para ellos nunca es el suficiente cuando se trata de fiestas, pero como todo, tiene que haber un final y un buen final: cantar el cumpleaños feliz y de seguido partir el queque. Ya para entonces el sol casi desparecía. Llegó la hora de apagar la música, y, con la ayuda de los mayorcitos, recoger y ordenar todo. Fue un día de alegrías y risas, de rostros llenos de ilusión, fue un día con broche de oro.
Los sinsabores de la incertidumbre que ha traído consigo la crisis político-militar desatada hace más de dos semanas en el país, fueron olvidados por los adultos, quienes se unieron a la alegría de los jóvenes y niños, procurando dejar un recuerdo imborrable con sus cámaras fotográficas.
Así y además de los llamativos atuendos, los queques también fueron el foco de la atención de todos: un delicioso barco de chocolate en cuyas velas ondeaban los nombres de los cumpleañeros, y muy cerquita de este, el infaltable tesoro buscado por todos: un queque baúl de chocolate repleto de deliciosos caramelos.
Aunque todos querían saborearlos, los queques quedaron de último. Pero eso no fue problema, mientras tanto los chiquitines y también los más grandes se divertieron jugando, bailando, corriendo de aquí para allá, bebiendo jugo, comiendo palomitas de maíz, sandwichs de atún y repitiendo cada vez que podían. El tiempo se fue rápido, para ellos nunca es el suficiente cuando se trata de fiestas, pero como todo, tiene que haber un final y un buen final: cantar el cumpleaños feliz y de seguido partir el queque. Ya para entonces el sol casi desparecía. Llegó la hora de apagar la música, y, con la ayuda de los mayorcitos, recoger y ordenar todo. Fue un día de alegrías y risas, de rostros llenos de ilusión, fue un día con broche de oro.
La tía Flavia se encargó del diseño de los queques, que previamente fueron hechos por dos de los chicos. |
Mami Isabel con Oscar |
Mateus, un niño con discapacidad mental, brillaba de felicidad |