Acabó la temporada del
cajú y comenzó la época de lluvias, ambos períodos esperados por todos los guinenses aunque con expectativas diferentes en uno y otro caso.
En marzo los árboles de marañón (cajú) se tiñieron de esas peculiares florecitas amarillas que anunciaban la llegada de la preciada y muy nutritiva fruta. En abril los racimos de marañón ya colmaban las ramas y así dio inicio la cosecha que daría no solo para disfrutar del peculiar sabor del cajú sino para asegurar a muchas humildes familias una pequeña entrada económica con la venta del coco y con el jugo elaborado a partir de la pulpa. Casa Emanuel no es la excepción, aquí la tradición de la venta del coco ya lleva muchos años.
Mami, como todos le dicen a Isabel, la Directora, es la que dirige la
operación cajú. Detrás de ella, muy temprano cada mañana y también durante las tardes, la siguen varios niños recogiendo la fruta caída en el suelo. Esta es la primera etapa del proceso, luego sigue el
chocote que consiste en separar el coco de la pulpa, después el coco se pone a secar y finalmente se depura, quitándole cualquier resto de fruta que pudiera quedarle. Así, con el pasar de los días se van llenando los sacos que serán vendidos a final de mayo. y aunque el dinero que se obtiene no es mucho, se recibe con mucho orgullo para cubrir alguna de las muchas necesidades diarias de Casa Emanuel.
Chuva na bin
La lluvia ya viene. Sí, es en este mes, cuando acaba la temporada del marañón, que todos están a la expectativa de la llegada de las lluvias. Pero lo peculiar de este fenómeno natural es que lo preceden unos fuertes vientos que arrasan a su paso con todo y que para muchos significa la posibilidad de que sus moradas se dañen o se queden sin su techo de paja.
En Casa Emanuel, los niños no pensaron en nada de eso cuando llegó la primera lluvia apenas hace unos días. Alborozados, ellos solo corrían de un lado para el otro gritando una y otra vez
chuva na bin. Ajenos al peligro, hubo que meterlos prontamente a la casa para esperar que el viento, con la gran polvareda que levantó, cesara y entonces cayera la lluvia acompañada de la rayería en el cielo. Al día siguiente se verían los resultados: suciedad por todo lado, algún árbol caído, y cientos y cientos de hojas cubriendo el suelo, pero afortunadamente, nada más que eso. La emoción de la primera lluvia pasó y ahora quedan por delante tres meses de mucha agua...
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Mami recogiendo cajú |
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Mucho cajú para chocotear |
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María y Samuel son niños con discapacidad, pero eso no
les impide participar en el chocote de la fruta |
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Eugenia y Eliethe, en Casa Emanuel Bisselanca, tuvieron que
lavar el corredor que estaba lleno un lodazal |
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Djiro, al igual que los otros chicos, ayudó a
juntar las hojas que cubrían el terreno |
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Tamaña faena tuvieron que hacer los chicos junto con los
adultos para poner todo nuevamente en orden |
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¡Ah! Pero no todo fue pérdida, sino que lo diga Rui quien tuvo
que juntar muchas cabaceras, una fruta que les encanta |