Samba tenía solo diez años cuando conoció el
lado cruel de la vida. Sus marcas físicas y más aún, las emocionales, le
recordarán para siempre la experiencia que vivió en aquel entonces.
Corría febrero del
2003 y era un día como muchos otros en la aldea de predominancia musulmana y de
etnia fula, donde vivía este pequeño, ubicada en la Región de Gabu, al este de
Bissau, cerca de la frontera con Senegal.
Como es usual
hasta el día de hoy, los niños andaban en procura de algo más para comer pues una vianda diaria (que por lo general es únicamente arroz) no es suficiente para
aplacar el hambre. En estas circunstancias, las temporadas de fruta (manga,
marañón, banana y otras), son esperadas con gran ansia, claro, es una buena
oportunidad para comer un poquito más, un poquito mejor… Así fue para Samba, a quien su estómago simplemente lo empujo a subirse al árbol de marañón
de un vecino para coger el preciado tesoro, lo que no pensó ni por un momento fue
en las consecuencias que le traería un acto tan inocente como éste.
Enterado y enfurecido su padre por lo sucedido, decidió
aplicarle a su hijo la disciplina “merecida” y aprobada por todos en la aldea: poner
una de sus manitas en el fuego para que no robara nunca
más.
Lamentablemente
esta historia no es excepcional. Las creencias espirituales y las tradiciones
ancestrales hacen que muchos niños sean abandonados en cualquier parte, o peor,
ser entregados intencionalmente a la muerte al colocarlos en grandes hormigueros
o en la orilla del mar para que los alcance la marea; o bien, simplemente
dejarlos en casa pero sin ningún cuidado hasta que mueran de hambre.
El padre de Samba fue encarcelado unos días después, pero
pronto quedó en libertad y el niño tuvo que ser acogido por una familia de
misioneros que trabajaban en la misma región. En el 2005 ellos lo llevaron a
Casa Emanuel y aquí inició una nueva etapa para él. A través de la organización
española AMIC, colaboradora de CE, y gracias al apoyo de la Clínica Mediterránea
y la Clínica CIMA (que aportaron los médicos y las instalaciones
respectivamente), se logró que Samba fuera llevado a
Barcelona para ser sometido a una cirugía reconstructiva en enero del 2006.
Todo el proceso de recuperación tardó seis meses,
durante los cuales Samba pudo ver sanar su mano y además cumplir un gran
sueño compartido por miles de niños y jóvenes africanos: conocer a grandes
figuras del fútbol. Como su gran recuerdo, Samba conserva la fotografía junto a
Ronaldihno.
Hoy él es todo
un muchacho, en este año (2013) cumple sus veinte. Ya no está en CE pues el
Hogar los puede tener hasta los 18. Sin embargo, sigue cerquita de nosotros y aunque
la vida afuera es dura, confiamos en que la formación espiritual, moral y
educativa que le dimos, le ayuden a abrirse camino en esta vida.
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